PODCAST SOBRE EL ESTRÉS


¡Escúchanos en Ivoox!


Ya puedes escuchar mi podcast sobre el estrés en "La Caja Psicológica", una comunidad de difusión sobre temas relacionados con la psicología, el bienestar y la educación.


Puedes escucharlo en: https://go.ivoox.com/rf/81793280


Pero si prefieres leerlo, aquí tienes el texto entero:





¿Qué es el estrés?


El estrés es el mecanismo biológico innato que utiliza el organismo para adaptarse a las diferentes situaciones que puedan alterar el entorno. Se trata de una serie de reacciones fisiológicas y psicológicas en las que intervienen el sistema nervioso, el sistema inmunitario y el sistema endocrino, principalmente y que sirven, tanto para responder a una situación determinada, como para restablecer el equilibrio homeostático que se pierde durante esa situación de estrés.


En cuanto aparece una situación de alerta o de amenaza (lo que se conoce como un estresor externo) se produce una situación de “alarma” que pone en funcionamiento toda una serie de mecanismos fisiológicos que preparan al organismo par hacerle frente (luchar) o para evitarlo (huir). Estas reacciones son muy diversas e implican a todo el cuerpo. Se produce un aumento de la actividad en diferentes partes y sistemas, como, por ejemplo: dilatación de las pupilas, agudización del oído, aumento del nivel de algunas hormonas en sangre (adrenalina, noradrenalina, cortisol, epinefrina, etc.), mayor contracción del músculo cardíaco, aumento de energía en la musculatura, etc.


Pero también tiene lugar una disminución de la actividad de todos aquellos sistemas que no sean necesarios en ese momento para hacerle frente a la amenaza y asegurar la supervivencia, por ejemplo: disminuye el flujo sanguíneo hacia el sistema digestivo, ya que ese flujo sanguíneo ha aumentado ahora en la musculatura, por si necesitamos salir huyendo o luchar; disminuye, también, la actividad del sistema inmunitario, del sistema de crecimiento o del sistema reproductor, entre otros. En cuanto esa situación de amenaza (estresante) desaparece, el organismo vuelve a su funcionamiento normal.




¿Qué ocurre cuando una situación estresante se prolonga en el tiempo?


Recordemos que, ante una situación amenazante, encontraremos varios sistemas del organismo funcionando a pleno rendimiento, por lo tanto, las consecuencias de sufrir estrés prolongado se traducirán en desequilibrios como por ejemplo hiperestimulación, tensión muscular, presión sanguínea alta, arritmias, enfermedades cardiovasculares, dolores de cabeza, etc.


Pero también hay algunos sistemas de nuestro cuerpo que han deprimido su actividad, ya que no son necesarios para hacer frente a una situación de amenaza, por lo que también van a aparecer consecuencias para la salud en forma de dolores y problemas gastrointestinales, problemas sexuales, trastornos del sueño, etc. Por no hablar del mal estar general, la preocupación por la situación que se está viviendo, el mal humor, las dificultades en la relación con los demás, la sensación de falta de eficacia, la pérdida de la capacidad para disfrutar de las cosas, la apatía, el “colapso nervioso” (sensación de incapacidad para funcionar en la vida diaria), el síndrome de burnout (o síndrome de estar quemado), etc.


Las situaciones estresantes pueden desencadenarse de diferente manera y en diferentes ámbitos de la vida: en el trabajo, en casa, con la familia, con algún amigo, por los estudios, debido a un problema de salud, etc. Pero el potencial estresante no reside tanto en el estresor en sí mismo, como en la manera como lo percibes y gestionas. Por eso, una situación determinada puede producir estrés en una persona y en otra no.


Debido a una situación prolongada de estrés puedes sentir que tienes comportamientos no adaptativos que empeoran todavía más, si cabe, tu salud física y mental. Por ejemplo,


• Negación: puedes llegar a asegurar que la situación la tienes controlada, aunque eso no se corresponda con la realidad, para no parecer débil o por vergüenza...


• Sedentarismo: te sientes tan cansado que dejas de hacer ciertas actividades, como ir al gimnasio, salir a pasear...


• Aislamiento: empiezas a no quedar con los amigos, a preferir encerrarte en la habitación a solas…


• Falta de descanso: los pensamientos intrusivos no te dejan dormir por la noche, por lo que sufres insomnio o hipersomnia diurna.


• Agresividad: en respuesta al malestar que estás sintiendo, está más irascible con los demás, más irritable, todo te molesta, estás a la que salta...


• Mala alimentación: comes mas, o comes poco, o poco sano, ingieres más grasas y azúcares (se les llama “alimentos consoladores” porque llenan el vacío emocional que estás sintiendo).


• Abuso de sustancias: ante una situación que te produce malestar general, intentas buscar consuelo o placer inmediato en las “varitas mágicas” como por ejemplo el tabaco, el alcohol, las drogas, el café o los ansiolíticos.


• Adicción al trabajo: llenar tu vida de ocupaciones es una forma de evitar afrontar tu situación de estrés, de parar a reflexionar acerca de tus verdaderos problemas.


Estos comportamientos son, a su vez, estresores internos que vienen a complicar la situación complicada que ya estás viviendo, creando, así un círculo vicioso que algunas personas convierten en un estilo de vida.




¿Cómo se puede cambiar esta situación?


Es importante saber que esta situación no es deseable, ni normal, ni inevitable. Puedes dejar de reaccionar al estrés y empezar a responder de forma más adaptativa. Esto pasa por ser más consciente, momento a momento del lenguaje de tu cuerpo y de tu mente y por no quedarte atrapado en tus reacciones automáticas habituales ante el estrés, sino crear alternativas de respuesta con una mayor creatividad y apertura ante situaciones complicadas.


Así pues, ¿cómo puedes fomentar tu propio bienestar?:


- Mediante la práctica del Mindfulness o atención plena. Se ha comprobado que una mente atenta es una mente más relajada, más lúcida, más ecuánime y, en definitiva, más feliz.


- Tratando de no venirte abajo en momentos y situaciones difíciles. Poniendo en marcha tus fortalezas propias y la mejor versión de ti mismo, cuando te encuentres en un momento crítico de tu vida, para tratar de salir reforzado de él. Esto es lo que se conoce como resiliencia.


- Poniendo el foco de atención en lo que sí está bien y no tanto en lo que no está funcionando en tu vida. No quedarte secuestrado por el malestar, sino de darte cuenta de qué está en tu mano hacer (¡y hacerlo!) y qué no depende de ti (¡y aceptarlo!).


- No resistirte a los cambios: todo está en continuo cambio y, por lo tanto, todos y todas estamos, también, expuestos a ellos. Así que, aceptar esos cambios cuando lleguen y fluir con ellos, tratando de crecer, aprender y fortalecerse, te va a ayudar a superarlos con mayor ecuanimidad.


- No quejarte por lo que está pasando, al contrario, tratar de ver lo bueno que hay en cada situación y persona, siendo realista, objetivo, sin negar la existencia de lo malo, pero tratando de dar mayor consistencia e importancia a lo positivo.


- Siendo amable y generoso con los demás (dar las gracias, felicitar a otros por sus éxitos o méritos, regalar a los demás unos minutos de tu tiempo, sonreír...). Eso te hará sentir bien a ti y a los demás.


- Siendo amable contigo mismo: no criticarte ni juzgarte con dureza o enfadarte contigo mismo cuando algo no ha salido como esperabas. Procurándote la atención, el cuidado y el afecto que necesitas en cada momento.


El bienestar y la felicidad debemos buscarlas en nuestro interior, en la forma cómo nos tratamos y nos hablamos, en nuestros autodiálogos y pensamientos hacia nosotros mismos. En definitiva, dejando de estar en guerra con uno mismo.

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