EL ESTRÉS: UN EXCESO DE PRESENTE


¿Qué es el estrés?


El estrés es el mecanismo que utiliza nuestro organismo para adaptarse a las diferentes situaciones que puedan alterar nuestro entorno. Se trata de una serie de reacciones fisiológicas y psicológicas en las que intervienen el sistema nervioso, el sistema inmunitario y el sistema endocrino, principalmente y que sirven para restablecer el equilibrio homeostático que se pierde durante la situación de estrés.


En cuanto aparece una situación de alerta o de amenaza (lo que se conoce como un estresor externo) se produce una situación de “alarma” que pone en funcionamiento todas una serie de mecanismos fisiológicos que preparan al organismo par hacerle frente (luchar) o para evitarlo (huir). Estas reacciones son muy diversas e implican a todo el cuerpo. Se produce un aumento de la actividad en diferentes sistemas, como por ejemplo: dilatación de las pupilas, agudización del oído, aumento del nivel de ciertas hormonas (adrenalina, noradrenalina, cortisol, epinefrina, etc.), mayor contracción del músculo cardíaco, aumento de energía en la musculatura, etc.


Pero también tiene lugar una disminución de la actividad de todos aquellos sistemas que no sean necesarios en ese momento para hacerle frente a la amenaza, por ejemplo: disminuye el flujo sanguíneo hacia el sistema digestivo, ya que ese flujo sanguíneo lo hemos aumentado en el músculo cardíaco para que bombee más sangre a la musculatura, por si necesitamos salir huyendo o luchar; disminuye, también, la actividad del sistema inmunitario, del sistema de crecimiento o del sistema reproductor, entre otros. En cuanto esa situación de amenaza (estresante) desaparece, el organismo vuelve a su funcionamiento normal.



¿Qué ocurre cuando una situación estresante se prolonga en el tiempo?


Recordemos que tenemos varios sistemas de nuestro organismo funcionando a pleno rendimiento, por lo tanto las consecuencias de sufrir estrés prolongado se traducirán en hiperestimulación, tensión muscular, presión sanguínea alta, arritmia, enfermedades cardiovasculares, dolores de cabeza, etc. Pero también se han frenado algunos sistemas de nuestro cuerpo que no son necesarios para hacer frente a una situación de estrés, por lo que también van a aparecer consecuencias para la salud en forma de dolores de estómago, problemas gastrointestinales, problemas sexuales, trastornos del sueño, etc. Por no hablar del mal estar general, la preocupación por la situación que se está viviendo, el mal humor, el mal genio, los problemas de relación con los demás, la sensación de falta de eficacia, la pérdida de la capacidad para disfrutar de las cosas, el “colapso nervioso” (sensación de incapacidad para funcionar en la vida diaria), burnout…


Las situaciones estresantes pueden desencadenarse de diferente manera y en diferentes ámbitos de nuestra vida: en el trabajo, en casa, con la familia, con algún amigo, por los estudios, debido a un problema de salud, etc. Pero el potencial estresante no reside tanto en el estresor en sí mismo, como en la manera como lo percibimos cada uno de nosotros y como gestionamos esa percepción. Por eso, una situación determinada puede producir estrés en una persona y en otra no.


Debido a una situación prolongada de estrés podemos empezar a tener comportamientos no adaptativos que empeoren todavía más, si cabe, nuestra salud física y mental. Por ejemplo,


  • Negación: podemos llegar a asegurar que la situación la tenemos controlada, aunque eso no se corresponda con la realidad, para no parecer débiles.
  • Sedentarismo: uno se siente tan cansado que deja de hacer ciertar actividades, como ir al gimnasio, salir a pasear...
  • Aislamiento: empezamos a no quedar con los amigos, a preferir encerrarnos en la habitación a solas…
  • Falta de descanso: los pensamientos intrusivos no nos dejan dormir por la noche, por lo que empezamos a mostrar insomnio e hipersomnia diurna.
  • Agresividad: en respuesta al malestar que estamos sintiendo, estamos más irascibles con los demás.
  • Mala alimentación: comemos más, o poco, poco sano, ingerimos más grasas y azúcares (se les llama “alimentos consoladores” porque llenan el vació emocional que estamos sitindo).
  • Abuso de sustancias: ante una situación que nos produce malestar general, intentamos buscar consuelo o placer inmediato en las “varitas mágicas” como por ejemplo el tabaco, el alcohol, las drogas, el café o los ansiolíticos.
  • Adicción al trabajo: llenar nuestra vida de ocupaciones es una forma de evitar afrontar nuestra situación de estrés.


Estos comportamientos son, a su vez, estresores internos que vienen a complicar la situación que estamos viviendo, convirtiéndose en un círculo vicioso que algunas personas convierten en un estilo de vida.



¿Cómo puedo cambiar esta situación?


Es importante saber que esta situación no es deseable, ni normal, ni inevitable. Podemos dejar de reaccionar al estrés y empezar a responder de forma más adaptativa. Esto pasa por ser más conscientes, momento a momento de nuestro cuerpo y nuestra mente y por no quedarnos atrapados en nuestras reacciones automáticas habituales ante el estrés, sino crear alternativas de respuesta con una mayor creatividad y apertura ante situaciones complicadas.


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